Me atrevo a decir que todas las personas tenemos o tuvimos en algún momento una mentalidad absolutista, la que se conoce como “todo o nada”, donde el todo es perfección, un estándar muy alto y rígido. Para la mentalidad absolutista, cualquier cosa por debajo de ese nivel resulta negativo y seguramente no se sienta satisfecha e incluso puede que active así una ola de pensamientos debilitantes.

Cuando comenzamos un proceso, ya sea de aprendizaje, entrenamiento, cambio o incorporación de hábitos, en nuestra mente establecemos un estándar de ejecución. Por ejemplo: “voy a estudiar todos los días 3 horas”, “voy a hacer 1 hora de ejercicio todos los días”, “me voy a levantar a las 5 de la mañana”.
El primer día con el envión de la motivación y frescura de un nuevo comienzo es posible que podamos cumplir con este micro objetivo, pero al pasar los días se vuelve difícil.
La realidad es que pocas veces podremos alcanzar este estándar porque naturalmente todos los días son distintos, surgen imprevistos, podemos tener una mala noche de sueño o incluso a las mujeres nos puede pasar que en la semana de la regla todo se hace un poco más cuesta arriba.
El asunto es que si para nuestra mente la única posibilidad de ejecutar esta acción o hábito nuevo es haciéndola a la “perfección”, cada vez que esto no ocurra de tal manera, pensaremos que hemos fracasado: aparecen los pensamientos debilitantes:
- no puedo
- nunca voy a llegar
- es demasiado difícil
- siempre fui así, no voy a cambiar
Una de las grandes razones por la que la gente no logra completar sus objetivos es porque no creen aún ser esa persona, aquella que tiene los hábitos y pensamientos que la van a llevar a alcanzarlos. ¿Por qué sucede esto? Porque nuestro cerebro tiene como objetivo primordial el ahorro de energía, por lo tanto replica siempre los mismos pensamientos, acciones y evade el cambio, debido a que requiere una gran cantidad de esfuerzo. Como consecuencia, el cerebro busca formas de comprobar nuestras creencias, para reafirmarlas y es así como continuamos replicando las mismas acciones una y otra vez.
Salir del bucle
En primer lugar, debemos establecer estándares de ejecución alcanzables y realistas, delimitando un mínimo y un máximo de tiempo en la tarea o acción que queremos realizar.
Continuando con los ejemplos anteriores, se podría aplicar así:
🔸 En lugar de intentar estudiar 3 horas diarias, proponerse un rango realizable: mínimo 1 hora, máximo 2 horas.
🔸En vez de tener como objetivo 1 hora de ejercicio diario, establecer un mínimo de 25 minutos y máximo de 50.
De esta manera lo que buscamos es mantener la constancia con el hábito o tarea y poder ir construyendo a partir de allí, sin abrumarnos. Es importante que el mínimo sea algo realizable para cada uno para que incluso estando cansado, desmotivado o con un día lleno de actividades, pueda cumplir y las excusas no tengan validez. De esta manera, le estamos mostrando a nuestro cerebro que sí somos esa persona que realiza determinado hábito y que cumple con su palabra y, en consecuencia es mucho más fácil sentir que alcanzamos nuestras expectativas y paso a paso nos acercamos a nuestros objetivos.
En segundo lugar, debemos prestar atención a nuestros pensamientos y gestionarlos a conciencia.
Es posible que al estar siendo consistente en realizar la acción o hábito con el cual nos hemos comprometido, los pensamientos negativos disminuyan ya que nos sentimos comprometidos, motivados y capaces. De todas maneras pueden aparecer en momentos de cansancio, ante cambios en estados emocionales e incluso en aquellos momentos donde los resultados no se dan en el momento que esperamos.
En el momento en que aparecen estas frases, tenés que saber que aunque es tú cerebro y son tus pensamientos, no tienen por qué ser verdad. No tenemos que creer todo lo que dice, de hecho, al hacerlo nos estamos limitando. Nos estamos negando la posibilidad de cambiar. Es por eso que al detectar un pensamiento limitante debemos responderle y cambiarlo por otro:
🔸Cambiar “no puedo” por “sí puedo”
🔸Cambiar “es muy difícil” por “encuentro la manera de hacerlo”
🔸Cambiar “siempre fui de esta manera” por “puedo ser quien quiera ser”
Y proceder con la acción que está alineada a tus objetivos, para así demostrarle a tu mente que ya cambiaste.
Con el tiempo este circuito se vuelve más sencillo. Detectamos nuestros pensamientos intrusivos con mayor naturalidad y logramos sustituirlos de manera más efectiva y te prometo que con la práctica hasta se vuelve divertido desafiarlos y demostrarles con acciones, que están equivocados.
Yo sí puedo.
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